miércoles, 27 de agosto de 2008

Una lucha sin fin


Alejandro Olmos

En los tiempos que corren, acordarse de Alejandro Olmos es casi como incursionar en un mundo de heroísmos, luchas, miserias y alturas morales difíciles de concebir. Tanto hemos caído los argentinos, que resulta poco menos que increíble que en algún tiempo hayan existido hombres de esta talla moral, de esta constante dedicación a la causa nacional; que sin claudicaciones y en medio del silencio, de la renuncia a sus propios intereses materiales y en medio de la vocinglería del cipayaje antinacional, haya podido realizar una obra tan importante para el destino de nuestra Patria y de nuestro pueblo.
Porque la de Alejandro Olmos fue una vida totalmente dedicada a los intereses de la Nación Argentina y del pueblo argentino. Una vida que aceptó y supo soportar la miseria material, pero nunca la indignidad y el vasallaje de la Patria.

Alejandro Olmos fue un viejo luchador de la causa nacional. En su adolescencia y en los primeros años de su juventud, actuó públicamente contra el régimen, sin adoptar militancia partidaria alguna. Se formó en aquella generación que, con José Luis Torres y Scalabrini Ortiz, fue protagonista de la Revolución de junio de 1943. Cuando en 1955 cae Perón, gana la calle –el 13 de noviembre de ese mismo año- con su periódico “Palabra Argentina” para combatir a la revolución triunfante. No se sumó a las fuerzas de los vencedores; tomó posición en las filas humildes de los vencidos.
Comentando una de las etapas de su lucha, Norberto Galasso en su libro “Vida de Scalabrini Ortiz” reivindica a Olmos que, junto con Scalabrini, el Padre Hernán Benítez, Andrés Framini, Jauretche, Leloir y Cooke, “entra en todos los barullos, pero nunca en la lista de cobranzas”. Justo recuerdo para quienes eligieron el camino de la militancia, antes que el dinero de las claudicaciones.
Desde las páginas de “Palabra Argentina”, Olmos defendió los intereses nacionales y los derechos del pueblo proscrito por la violencia de las armas. Trabajó por la vigencia y la unidad del movimiento prohibido y realizó la “marcha del silencio” en homenaje a quienes fueron ejecutados por la rebelión del 9 de junio, encabezada por el General Juan José Valle. Su periódico fue el más importante órgano de la resistencia, desafiando la represión del Decreto 4161 y los tribunales militares del Plan Conintes. Escapó a los paredones de fusilamiento, pero vivió largos años como preso y prófugo de la injusticia.
La persecución lo alcanzó hasta la privación de sus documentos personales. Incluso durante el gobierno constitucional de Alfonsín, cuyo Ministro del Interior respaldó la decisión policial de convertir a Olmos en un ser anónimo. Debió recurrir a los jueces quienes, en primera y segunda instancia, rechazaron la acción de amparo. Fue en queja, entonces, ante la Suprema Corte, la cual –al cabo de dos años- hizo finalmente justicia. En fallo ejemplar, el alto tribunal condenó al Estado Nacional a entregarle sus documentos y a pagar las costas de la demanda.
Compartió con Perón largas jornadas del exilio del líder, pero no participó jamás en las luchas intestinas del Movimiento que lo tuvo como abanderado de su defensa. Más que un hombre de partido, es un luchador del campo nacional cuyos objetivos apuntan a una transformación estructural de la economía al servicio de la justicia social y de la independencia política.
Olmos denunció arbitrariedades, acusó privilegios y condenó a sistemas.
Lo conocí en el año 1991, pleno gobierno de Menem. Ya estaba lanzado desde 1982 al que sería su último combate. La larga lucha contra la deuda externa ilegítima y fraudulenta. Yo conducía un pequeño periódico, de corta vida y mala muerte, que es lo que podemos tener los criollos, “Reconquista”. Confieso que medio me sonó un poco a divague el hecho de pensar que el mismo régimen que creara la deuda externa como cadena de sumisiones para el pueblo argentino, fuera a condenar a sus autores materiales. Pero Olmos sabía entusiasmar, y a mi me entusiasmó.
Durante años, hasta el día de su muerte, lo acompañé en la patriada. En reuniones interminables entre personas escépticas, que lo escuchaban, decían “tiene razón”, pero finalmente, no hacían nada.
Me vienen a la memoria esas noches, en una oficinita que le prestaban en el sindicato de judiciales de Capital, para ir siguiendo las alternativas del juicio. Recuerdo como recorríamos el espinel, para lograr la adhesión de la mayor cantidad posible de fuerzas populares en la realización del Juicio Público a la Deuda Externa Argentina, que se realizó en el Teatro San Martín, y contó con la participación entre otros de Pérez Esquivel, el Perro Santillán, el Dr. Julio González, Norberto Acerbi, el querido flaco, que tampoco desfalleció nunca . De cómo, para financiarlo tuvimos que sacar un crédito en un banco, que debimos pagar religiosamente durante un año.
Olmos siguió con su lucha tesonera, sin desmoralizarse, sin que cayera su ánimo cuando el interés por el tema de la deuda decaía. El seguía contando las moneditas para viajar, sin abandonar la lucha. Sin buscar ningún tipo de relumbrón . Cuando alguien le hacía notar este hecho, el siempre decía: “ Esta es una causa nacional, no una causa personal.” Y seguía peleando y nos hacía pelear a nosotros.
Cuando Alejandro murió, Todo parecía haber terminado. En la City porteña, hubo quienes destaparon varias botellas para festejar que ya no estaba el aguafiestas que tantos sobresaltos les había dado. Porque al revés de muchas organizaciones populares, nuestra oligarquía financiera, sí lo tomaba en serio.
Todo parecía haber terminado. Pero no hacía más que empezar.
Estábamos en una reunión, no recuerdo donde, creo que en la SADE. Ya se había formado el Foro Argentino de la Deuda Externa, y ejercía la presidencia (y la ejerció también hasta su muerte) el flaco Norberto Acerbi. En ese momento llegó un compañero con la noticia de que había salido el fallo del Juez Jorge Ballestero. El viejo luchador había ganado su última batalla. La República Argentina era el único país del mundo que había logrado un fallo condenatorio de la ilegítima, fraudulenta, odiosa y usuraria deuda externa impuesta a los países del Tercer Mundo por la alta finanza internacional.
Hoy este fallo histórico duerme en el Congreso Nacional, donde un montón de legisladores corrompidos y ganapanes a sueldo de la oligarquía financiera, se niegan sistemáticamente a tratarlo. De allí deberemos sacarlo para convertirlo en la piedra basal de la restauración nacional.


“ O se está con la Patria y contra la deuda externa,
O se está con la deuda y contra los intereses del país”


Rubén Tamborindeguy
Buenos Aires, 23 de Mayo de 2008.-


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