viernes, 27 de febrero de 2009

IDENTIDAD NACIONAL Y GLOBALIZACION



LA SUPER ESTRUCTURA CULTURAL Y LA COLONIZACIÓN PEDAGÓGICA

“...Hay un solo plan que comprende varios planes... el plan cultural ya ejecutado, restaurando en la totalidad de la prensa, en la Universidad, en la enseñanza media y primaria, la formación que viene desde Caseros, y se mantiene por el monopolio mitrista de los instrumentos de cultura, para que la deformación histórica se consolide, impidiendo la formación de una conciencia nacional...”

ARTURO JAURETCHE
Ejército y política. La patria grande y la patria chica.
Buenos Aires - 1984
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.... “La cultura, como se sabe, contiene en primer lugar la semisuma de experiencias de un pueblo. “Semisuma” porque no a todas las experiencias Jauretche las considera válidas. Así los pueblos van reteniendo experiencias y van descartando aquellas que no han mostrado valores significativos. La cultura, en síntesis, es un sistema de valores vitales que son “creados” o adoptados en el devenir y que constituyen como una segunda piel o plataforma sobre la que los miembros de esa comunidad cultural (pueblo) estructuran sus códigos de comunicación y sus símbolos de sostén subjetivos. Su base de lanzamiento, su palanca de potencia, su recurso básico desde el cual se construye y reconstruye.
Esta variable inmaterial era la clave esencial sobre la que operaba el neocolonialismo civilizatorio. Por eso Jauretche resalta y hace suyas las afirmaciones de Stranger - un imperialista alemán - , quien señalara:
“En las semicolonias que gozan estado político independiente decorado por la ficción jurídica la colonización pedagógica deviene... esencial; pues no disponen de otra fuerza para asegurar la perpetuación del dominio imperialista, y ya es sabido que las ideas, en un cierto grado de evolución, se truecan en fuerzas materiales”. La cacareada civilización, bandera de la modernidad, inhibía la lógica de las armas de fuego para dominar a los pueblos. La nueva estrategia tenía que ver con el dominio de la mentalidad de los pueblos.
Por eso Jauretche sin dejar la cuestión política le apunta muy especialmente los cañones de su inteligencia a los factores culturales. Intuye que por ahí se esconde una gran parte de las causas que nos impiden desarrollarnos como pueblo y realizarnos como nación.
Su enfoque realista profundo y desestructurador y su estilo desinhibido le permitía llamar a las cosas por su nombre, cerrándole el paso a las falsas verdades. Con la precisión de cirujano y la hondura de quien usa el análisis como estilete puso al descubierto lo que se ocultaba detrás del discurso colonizador. Encontró y mostró cómo la superestructura cultural desarrollaba y modelaba la colonización pedagógica a través de una red de axiomas que por un lado penetraban el sentido común, deformándolo, y por otro se aseguraban el poder sobre la voluntad y creatividad del nativo. Determinó que la clave del objetivo colonizador de esa pedagogía era “impedir que el pensamiento nacional se elabore desde los hechos, desde la comprobación del buen sentido”
En su tarea de disección del meta mensaje omnipresente que corrompía la subjetividad colectiva fue encontrando patrones básicos del discurso colonizador. Afirmaciones y sofismas a los que, socarronamente, llamó “zonceras”. Avisando sobre su naturaleza corrosiva, decía de estas:
“Su fuerza no está en el arte de la argumentación. Simplemente excluye la argumentación (o bien la tergiversa) actuando dogmáticamente mediante un axioma (que usa como premisa del argumento) introducido en la inteligencia (del que escucha), y su eficacia no depende, por lo tanto, de la habilidad en la discusión como de que no haya discusión, porque en cuanto el zonzo analiza la zoncera, dejar de ser zonzo”.
Y en igual sentido pero, en otro plano, las zonceras se hacen fuertes en la boca de dos grupos relevantes que operan en la realidad argentina: Los profetas del odio y el medio pelo. Los primeros, emisores, funcionaron como idiotas útiles correveidiles de la colonización pedagógica y los segundos, receptores, como difusores en los niveles medios de la sociedad. Unos dándole al discurso colonizador categorías “académicas”, los otros vulgarizando y extendiendo el grado de influencia del discurso.
Los profetas del odio se complementan con él medio pelo, componen las dos riveras que materializan y facilitan el cauce ancho y torrentoso de la colonización pedagógica. Aquéllos por “calientaorejas” y mensajeros de adjetivaciones denigratorias hacia los argentinos y lo argentino, estos por tilingos que como loros repiten por boca de ganso lo
que aquéllos dicen. Denigración descalificatoria basada en el reduccionista y prejuicioso hecho de ser parte de esta nueva nación. Fenómeno descalificador que se verifica tanto por derecha como por izquierda y que coincide en una actitud crítica por parte de la intelectualidad, el mediopelo patricio y el nuevo mediopelo mercantilista.
Buhoneros despiadados que desprecian o toman peyorativamente todo lo que es realizado por argentinos. Condición y efecto que instala el clásico “palo porque bogas y palos porque no bogas”, provocando en la sociedad argentina el síndrome del “gataflorismo”. Causa-efecto uno “causa actuante”; el otro “efecto consecuente”.
La superestructura cultural, polea principal de la colonización pedagógica, estratégicamente impone la madre de todas las zonceras: “civilización y barbarie”. Los inteligentes y los tilingos, tres de las zonceras consecuentes: “Éste es un país de mierda”, “la inferioridad del nativo” y “política criolla - política científica”.
Esta combinación entre emisores cultos y receptores predispuestos establece un clima y un estado de cosas que hacen del buen sentido un bien más que escaso. Estos inteligentes y sus tontos seguidores son quienes tienen “la incapacidad de comprender la realidad porque esta se ha decretado negativa previamente”.
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Extraído de la obra de JUAN CARLOS JORICA
“DE PUÑO Y LETRA - Pensamiento y vida de Arturo Jauretche”


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LA COLONIZACIÓN PEDAGÓGICA Y LA IDENTIDAD NACIONAL.
¿HACIA UNA CULTURA UNIVERSAL...?


Símbolo de nuestra identidad
... Dentro de los factores distorsionantes, en particular, interesa tener muy en cuenta los fenómenos y efectos del colonialismo y la colonización cultural. Fenómenos estos crecientes en primer plano en la realidad actual de la Argentina. Una aplicación sutil y sistemática de colonización pedagógica en un grado máximo de agresividad y sofisticada manipulación. Como se mostró en el primer capítulo, la omnipresencia de una política global supraestructural y externa, conducida por una elite para-institucional, se materializa a través de la aplicación sistemática de un proceso contracultural.
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La historia del occidente “civilizado”, registra múltiples casos en los que la sutil arma de colonización por la cultura se ha mostrado más efectiva que cualquier otra, incluidas las de fuego. Simultáneamente, por razones obvias la historia de los pueblos-nación de la región tanto como la del continente africano, se encuentra saturada de estos procesos de dominación por la cultura en los que des-identidad es el objetivo privilegiado para alcanzar sus fines…

La identidad cultural como la identidad personal, son constituyentes esenciales del ser. El cuerpo superorgánico, como lo registra Sorokin, necesariamente va adquiriendo distintas identidades a partir de los contenidos que lo caracterizan. La identidad sociocultural tanto como la personal, lo anima, le da sentido y le brinda direccionalidad. Como el pensamiento y los ojos le permiten al hombre conducir su vida, los contenidos particulares de cada cultura les da a los pueblos la identidad de sentido y la voluntad de supervivencia y realización de sus fines comunes. Los qué, cómo y cuándo que acompañan al ver, juzgar y obrar. Tal determinación se origina de una trilogía de factores principales: la toma de decisión en cuanto a cómo enfocar la cuestión, a partir de cuáles alternativas y según un diagnóstico de circunstancias.
Con significativa mirada Scalabrini Ortiz detalló la identidad de los argentinos en su libro “Los ferrocarriles son del pueblo argentino”. Que Francisco Pestanha en una nota digital reproduce reseñando lo más significativo del texto respecto a la cuestión de la identidad cultural argentina. Scalabrini consideraba que eran cuatro los pilares de la riqueza de esa conformación identitaria:
§ El aislamiento;
§ La insularidad
§ La unidad territorial
§ La pluralidad de origen”.
Resaltaba la condición de insularidad como hecho producido luego de darse la llegada invasiva del español en el tiempo de la conquista. Señalaba a que era “indispensable tomar en consideración los poderosos factores telúricos y étnicos que obran en el espíritu argentino para entenderlo y en cierta manera, universalizarlo en su comprensión…
Estamos en esta tierra como si estuviéramos en una Isla. Esa insularidad como la distancia que nos separa del hemisferio boreal, sin que nosotros lo sepamos influye en la definición de nuestro temperamento con un ahínco mucho más tenaz del que podría suponerse… parte no despreciable de la grandeza británica halló su raíz en el carácter insultar….. el asilamiento isleño tiene a dar a sus habitantes una homogeneidad difícil de alcanzar en los pueblos continentales y una solidaridad que se ajusta en la necesidad de resolver sin ayudas ajenas la eventualidad de los acontecimientos”.
Agregando que: “La amalgama de aportes inmigratorios y de elementos primigenios de la tierra se acelera en esa inusitada unidad en que se funden sin esfuerzo el residente de larga data y el recién llegado que asiste con azoro a la transmutación de sus intimidades más celosas”. Scalabrini utiliza la categoría de pueblos monógenos de origen homogéneos y multígenos, de orígenes plurales que han conformado, luego, culturas mestizas. En el caso argentino, lo que se destaca es el doble proceso.
Lo que se dio en un primer tiempo con la presencia con los rubios de la región y la llegada de los españoles; primer tiempo seguido por un largo período más de tres siglos de “aislamiento relativo” hasta la segunda mitad del siglos XIX, segunda inmigración. Período que en las categorías de Scalabrini significó experimentar un estado de “insularidad” en la que se forjó la calidad humana de la cultura de los argentinos.
En otro interesante trabajo se analiza la cuestión de la cultura y de la identidad cultural. De él se pueden resumir los siguientes conceptos: “En el siglo XIX numerosos intelectuales, al definir a la cultura en plural y señalar que contienen las diferentes formas de ver y vivir la vida por parte de los diferentes pueblos en el mundo, indirectamente reconocen la no existencia de una cultura universal.”
La autora también incluía lo que señalaba T. S. Elliot en cuanto a que “la deliberada destrucción de otra cultura en conjunto es un daño irreparable, una acción tan malvada como el tratar a los seres humanos como animales… una cultura mundial que fuese una cultura uniforme no será en absoluto cultura. Tendríamos una humanidad deshumanizada”
Continúa afirmando que “El denominador común de la mayoría de las definiciones de cultura señalan que: la cultura es lo que le da vida al ser humano: sus tradiciones, costumbres fiestas, conocimientos, creencias y moral. Se podrá decir que la cultura tiene varias dimensiones y funciones sociales, generando un modo de vivir y cohesión social.”
La autora reproduce también conceptos de Thierry Verles quien decía: “La cultura es algo vivo, compuesta tanto por elementos heredados del pasado como por influencias exteriores adoptadas y novedades inventadas localmente. La cultura tiene funciones sociales. Una de ellas es proporcionar una estimación de sí mismo, condición indispensable para cualquier desarrollo, sea éste persona o colectivo”.
Sobre la identidad cultural la autora del trabajo dice: “El concepto de identidad cultural encierra un sentido de pertenencia a un grupo social con el cual se comparten rasgos culturales, como costumbres, valores y creencias. Aunque el concepto de identidad trascienda las fronteras, el origen de este concepto se encuentra frecuentemente vinculad a un territorio”.
Agrega que según Gonzáles Varas “la identidad cultural de un pueblo viene definida históricamente a través de múltiples aspectos en los que se plasma su cultura, como la lengua, instrumento de comunicación entre los miembros de una comunidad, las relaciones sociales, ritos y ceremonias propias, o los comportamientos colectivos, esto es, los sistemas de valores y creencias. Un rasgo propio de estos elementos de identidad cultural es su carácter inmaterial y anónimo pues son productos de la colectividad”. También hace referencia al documento del PNUD de 2005 (Pag. 62), encargado por la UNESCO, (1) donde se señala al preguntarse “¿Qué es la identidad? Es el sentido de pertenencia a una colectividad, a un sector social, a un grupo específico de referencia. Esta colectividad pueda estar generalmente localizada geográficamente, pero no necesariamente...”

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Notas: (1) El PNUD es el programa de las Naciones Unidas para el desarrollo
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EL DISCURSO UNICO EN BOCA DE LOS FUNCIONARIOS Y UNA ELITE DE

DIFUSORES


“..Mientras que el conjunto de la sociedad se mueve condicionada por la metralla discursiva limitado para elaborar un discurso alternativo, quienes deberían servir en la tarea de neutralizar la situación, la dirigencia, los funcionarios y esa especial elite privilegiada por los medios de comunicación y los organismos internacionales, colaboran a favor del discurso único construyendo e instalando una especie de discurso publicitario difunde y legitima a los contenidos de lo culturalmente correcto.
Como ejemplo desde la marginalidad, con una mínima audiencia social por su aislamiento mediático, el sacerdote jesuita Alberto Altamira en una charla ante amigos contestaba a la consulta sobre “que tipo de cultura necesita una globalización - super-capitalista.”. Sin rodeos señalaba que la única que le resulta funcional es aquella donde “cada uno sea el hominis lupus ( lobo del hombre) del otro.
Una cultura super individualista que configurara una selva darviniana. Una cultura que desconozca en absoluto todo sentimiento de solidaridad o amor por el otro. Ver en el otro sólo un “insumo para hacer ganancias”. Desde este introito pasaba a mostrar que, “Así como una pila de ladrillos sin cemento no es una pared porque hasta una ráfaga de viento la puede voltear, un conjunto de seres humanos sin una cultura que los mantenga unidos no es una comunidad. Esto es lo que buscan los liberales y globalizadotes, destruir la comunidad, destruyendo la cultura que mantiene unidos a sus integrantes”.
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JAPÓN: UN CASO PARADIGMÁTICO



La pérdida de la identidad causó más daño que la bomba atómica


“Otra referencia dolorosa aunque por demás concientizadora, la constituye otro caso que muestra los corrosivos funestos efectos de la imposición de una cultura ajena a un pueblo. Desde ya, la idiosincrasia cultural japonesa es toda una particularidad para los occidentales. Japón, a partir de la derrota ante Estados Unidos en la segunda gran guerra es invadido y, además de imponerles el rigor de la derrota, se apoderan directa e indirectamente del gobierno, y es sometido a un proceso de aculturación. Vía colonización cultural se le implanta un mundo mercantilista y antinacionalista, dominado por el materialismo individualista y una lógica de competitividad que exacerba el conflicto social.
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Como se registra en el libro : “El milagro programado”, de Frank Gibney, un pueblo cuyo perfil social es de orden comunitarista y tiene una moral laboral que califica de “venenos a la codicia, la ira y la queja”, se ven llevados a incorporar crecientemente tales disvalores en su vida cotidiana. Los funcionarios designados por las fuerza de ocupación le trasmitieron, le inculcaron todo su imaginario de doble moral al que la mentalidad japonesa, vertical y disciplinada debió forzarse en adoptar.
Seguramente como efecto del proceso negativo de implantación de una cultura ajena que debe haber llevado a una masa crítica de malestar cultural, las noticias que llegaban de ese importante país oriental informan de dos trágicos fenómenos culturales de origen reactivo. Por un lado el caso de grupos de jóvenes que se suicidan encerrándose dentro de un auto con el motor en marcha, y el caño de escape taponado de forma que los gases tóxicos les produzcan la muerte por intoxicación.
Por otro, en dos publicaciones de Febrero y Marzo de 2006, se informa de otro hecho de similar causa. Se habla del fenómeno del hikikomori, nombre que significa “retirarse” por el cual los adolescentes “se encierran en su cuarto durante 6 meses y llegan a pasar 15 años o más enclaustrados en su pequeña habitación.
Se niegan a salir de sus habitaciones para asistir al trabajo o a la escuela porque sienten que no pueden cumplir con su rol social. El hikikomori es un fenómeno que afecta a un creciente número de jóvenes japoneses desde los 13 a los 30 años pero también de mayores de edad. La mayoría son o han sido estudiantes brillantes que no han podido sobrellevar el stress de las exigencias y requerimientos de una sociedad con tal alto grado de competitividad.

En los últiimos diez años se convirtió en un fenómeno social que afecta a un millón de jóvenes, lo que significa el 1 por ciento de la población”. Resistencia pasiva a los efectos de la enfermedad cultural que aplica gran parte de la población joven japonesa, quienes se ven sicológicamente paralizados por un estado depresivo que trasciende lo individual.

Uno de los sicólogos que mayor experiencia tiene del mal cultural señala: “Empezaron a llegar al consultorio hombres jóvenes aletargados y nada comunicativos”. Poro otra parte se amplía señalando que, “los padres japoneses urbanos llevan una vida cada vez más aislados y no saben como enseñar a sus hijos a comunicarse y negociar (“sic”), la relación con sus pares”. Este fenómeno viene siendo difundido por los medios como causados por la sobre exigencia familiar y la sensación de desaliento.
Pero la causa sin duda es de orden político - cultural ya que como se registró líneas arriba los japoneses vienen sufriendo un proceso de aculturación en el que, una sociedad cuyos valores originales estaban en las antípodas de los que se les impuso a partir de 1945, está llegando a un estado de malestar cultural donde la masa crítica de sufrimiento los lleva a producir actos como los descriptos.
Desde 1945 ya son tres las generaciones que soportan la alienación cultural y, necesariamente trasmiten directa o indirectamente, sus crisis a las nuevas. La pérdida de su idiosincrasia degrada el sentido de la vida afectando núcleos motivaciónales de su conducta social. La desindetidad es la causa primera de malestar cultural.
Mientras en el mundo contemporáneo la realidad muestra la miopía o intenciones malsanas de quienes la cultura es un bien creado por la especie humana cuya manipulación la puede trastocar en un corrosivo factor que desestructura a la humanidad y la pone en manos de quienes la manipulen, lo que ocurren en Japón ocurre en todos los pueblos cuyas culturas vienen siendo alienadas y enajenadas.
La sociedad se estructura a partir de un complejo sistema de relaciones culturales (valores, creencias, tradiciones, costumbres, etc…..) que conforman la plataforma sobre la que como conjunto consigue pautar un consenso fuerte desde el que se constituye como cuerpo social y resuelve su desarrollo y su realización. Esta estructuración al acompañar a cada sociedad en el devenir de su historia, configura una identidad que va adquiriendo la condición de naturaleza, de personalidad particular, que como espejo que refleja su rostro refleja a todos y cada uno esa referencia de sentido que los hace actuar y tomar determinaciones respaldados por una plataforma de certezas que los orienta y les da sentido cierto.
Simultáneamente, los miembros de esa comunidad cultural, adquieren otro valor esencial, “se sienten pertenecer”. Se mueven y actúan en lo que termina constituyendo su lugar en el mundo, su territorio, su hogar social. Es por eso que a quienes viven y conviven en un territorio común el “sentido de pertenencia”, les resulta natural sentir y administrar lo propio como común y lo común como propio. Es por eso que, a la condición de hombre social en este contexto se le suma la condición de hombre integrado y comunitario. Cuando todo esto se le quita, cuando se lo va alienando por un proceso de aculturación, que no representa cambios de ajuste sino cambios de imposición, se descontrolan, se desorientan, pierden la verticalidad y, sobretodo, pierden el sentido de vida.
En el caso japonés, esto resulta irrefutable. No es que todos se “suicidan” en términos reales o funcionales sino que, como resaltan aquellos que han percibido el malestar cultural en la cotidiana vida de ese milenario pueblo, el sufrimiento interior lleva a un estado de stress mental que corroe la calidad de vida y, como una pesada mochilla, limita la capacidad de realizar.
El caso argentino es distinto pero similar. Los argentinos no han vivido el largo tiempo de desarrollo estable del pueblo japonés. Han experimentado casi como un continuo la inestabilidad del que deambula. No reclama por la devolución de su identidad como lo hace el japonés; lo que le hace vivir el malestar es advertir que lo que se le propone no es lo que compagina con su idiosincrasia. Siente una incomodidad diferente a la del japonés, pero ambos sienten incomodidad, un estado de extrañeza.
Perón mostraba críticamente en su propuesta de un “Modelo Argentino”, los caracteres de la cultura que expresaba la vida de “las grandes potencias económicas” del norte occidental. Señalaba que “ las grandes potencias económicas exhiben ( entre ellas ) sugestivas semejanzas culturales : el mismo materialismo en la visión del hombre, el mismo debilitamiento de la vida del espíritu, el mismo desencadenamiento de la mentalidad tecnocrática como excluyente patrón de cultura, la creciente opacidad del arte y la filosofía, la distorsión o aniquilación de los valores trascendentes”. Esa descripción es un retrato exacto de la cultura mercantilista que busca imponer el modelo neoliberal.
Como se comprende, esa descripción el modelo y lo que se vive desde la mitad de la década del 80 (Siglo XX) es todo lo mismo.

¿Quién puede creer que el argentino pueda vivir en semejante escenario sin alienarse, sin experimentar un creciente malestar cultural? En la Argentina, su población soporta desde una confusa conciencia los efectos desestructurantes de tamaña enajenación cultural. Pareciera que el argentino, golpeado y desorientado por el peso de un pasado que le quieren cargar a su cuenta y sometido a dos nuevas y pesadas cargas como las que conforman las leyes del mercado y la lógica del modelo cultural ajeno a su idiosincrasia que lo alienan, le cuesta recuperar la vertical y, junto con la concientización sobre lo que ocurre y por qué ocurre, patear el tablero y reclamar la devolución de su territorio: la cultura argentina y el modelo de democracia social.
-------------------------------------------------------------------------------------------------Extraído de la obra de JUAN CARLOS JORICA
“IDENTIDAD CULTURAL ARGENTINA” - Crónicas de un territorio

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Explica Charles Maurrás que no fue difícil hacer la transposición del concepto del plano exclusivamente literario al estrictamente político, con el que se cambió drásticamente el sentido de la palabra nacionalismo, convirtiéndose así ya no en el derecho de los pueblos a autodeterminarse, sino el deber de aquellos a seguir siendo ellos mismos.... Este es el concepto de la Nación-Herencia, y el Nacionalismo se define como la búsqueda de los principios para conservar la identidad nacional, preservando su voluntad de ser y la potestad de manejar su destino
Gustavo Urdiales. = Foro Union Nacional Argentina (Mendoza)



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Empleados y ejecutivos japoneses rezan para sobrevivir el 2009


Lunes 5 de enero 2009
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TOKIO (Reuters) - Vestidos con trajes y chaqueta, miles de empleados y ejecutivos confluyeron el lunes en un santuario de Tokio dedicado al comercio, rezando a su dios para conservar los negocios a flote en un nuevo acto con lúgubres perspectivas económicas.
Hombres y mujeres de negocios esperaron pacientemente bajo el frí­o del primer dí­a laboral del 2009 para acercarse al altar del santuario de Kanda Myojin, levantado hace 1.300 años y dedicado al dios del comercio Ebisu-Sama.
"El pasado año fue en verdad un acto duro para las inmobiliarias, y muchas compañías han desaparecido. Pero estamos decididos a sobrevivir", dijo Toshikatsu Takehara, un gerente comercial inmobiliario de 34 años que estaba rezando en el santuario.
Los fieles en el lugar sagrado aplaudían al llegar al altar, cerraban los ojos e inclinaban la cabeza para rezar, mientras de fondo se escuchaba el sonido de las monedas cayendo en la caja de donativos.
La caja de donativos del santuario, rellena con monedas de un yen, frente a los generosos donativos de billetes de 1.000 a 10.000 yenes del pasado, parecía reflejar el sentimiento de muchos trabajadores y sus empresas, forzados a apretarse los cinturones ante la grave situación económica.
"Igual que todos nuestros clientes que están en apuros, no podemos gastar tan profusamente como solí­amos", dijo Sachiko Ishii, una secretaria de 34 años.
La previsión económica en Japón, un país eminentemente exportador, es sombría, con una caí­da récord de la producción industrial en noviembre y una reducción del mercado laboral que amenazan con aplastar el consumo y con una ca­da de precios.
(Reporte de Toshi Maeda; Traducido por Servicio Online de Madrid)
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"El arte de nuestros enemigos es desmoralizar, entristecer a los pueblos. Los pueblos deprimidos no vencen. Por eso venimos a combatir por el país alegremente. Nada grande se puede hacer con la tristeza".
ARTURO JAURETCHE