viernes, 3 de octubre de 2008

¡Hasta la victoria, Néstor!


Las claves de un negocio redondo para los bancos internacionales y un salvavidas para CFK y Néstor, que desconcierta a los intelectuales.


Maximiliano Montenegro



Intelectuales kirchneristas viven con desconcierto las últimas decisiones del matrimonio presidencial. Interpretan que en las últimas semanas el Gobierno arrió banderas y se embarcó en una política de seducción de mercados similar a la que denostaban de la década menemista. Primero fue el anuncio del pago al Club de París. Pero lo que más impactó fue la foto del lunes pasado: Cristina anunciando, desde el corazón de Wall Street, la reapertura del canje de deuda para los holdouts, los tenedores de bonos en default, como respuesta a una oferta de tres bancos internacionales: Barclays, Citigroup (nada menos) y el Deutsche Bank.


Antes de abordar el tema de fondo, una aclaración. La mayoría tal vez por falta de información, otros porque conciben sus escritos como militancia política, lo cierto es que los intelectuales K construyen una imagen del “gobierno popular” con la que no logran fantasear ni siquiera encumbrados funcionarios. Por citar un ejemplo, algunos se esperanzaban con que la salida de Alberto Fernández –ex funcionario cavallista-- se tradujese en una gestión más de izquierda. O deliraban con que Julio De Vido –mosquetero de la redistribución del ingreso junto a Ricardo Jaime y Guillermo Moreno—libraba una batalla ideológica con el jefe de Gabinete, Sergio Massa, y el titular del Banco Central, Martín Redrado, más proclives a enviar señales a los mercados. Al revés de todo lo imaginado, Fernández elogió en estos días al gobierno por mostrar “voluntad de integrarse al mundo” al tomar “medidas racionales como el pago al Club de París, la reapertura del canje y la corrección de tarifas”.


A los ponchazos. Volvamos a la cuestión principal. Después de años de encendidas críticas a los bancos internacionales y a los capitales especulativos que apostaron a la Argentina de los noventa, ¿los Kirchner están buscando ahora un salvavidas en los mercados? ¿Planean una salida por derecha, con medidas ortodoxas, para atraer a los inversores extranjeros?

“El Gobierno no sale ni por derecha ni por izquierda, sale a los ponchazos, por necesidad, por donde puede, como de costumbre”, responde un funcionario que conoce bien cómo se toman las decisiones económicas en la cúspide del poder.


Si se rompe el envoltorio, todo el paquete del nuevo canje de deuda apunta a un único objetivo: despejar los vencimientos de deuda del año 2009 y 2010, y ahuyentar el fantasma de un nuevo default, con el que asustaban calificadoras de riesgo y economistas de la city. La novedad de la propuesta, que tanto entusiasmó a Néstor Kirchner, es que abre una nueva ventanilla de financiamiento, garantizada por los bancos como parte de la operación, a una tasa máxima de 12,5%. Esa canilla es clave para el Gobierno si, como se descuenta tras el derrumbe de Wall Street, permanencen cerrados para Argentina los mercados de capitales y Venezuela deja de actuar como prestamista de última instancia.


Los números son los siguientes. El año próximo, vencen –entre capital e intereses- unos U$S 20.000 millones. Alrededor de U$S 11.500 millones (intereses y otros servicios) se pagarán con superávit fiscal. Habrá que buscar entonces unos U$S 8500 millones para afrontar la totalidad de vencimientos.


Si los tres bancos cumplieran con la promesa de ingresar al canje, como mínimo, la mitad de los bonos en default y buena parte de los “préstamos garantizados” en manos de AFJP, bancos locales e internacionales, entonces –según el acuerdo— el fisco contaría con fondos frescos por U$S 3500 millones y postergaría vencimientos de préstamos garantizados por otros U$S 3000 millones. En ese escenario base, se estaría a un paso de calzar la totalidad de vencimientos de deuda del año próximo, meta que podría ser fácilmente cumplida con préstamos del Banco Mundial y del BID. En un escenario de mayor adhesión al canje, la cuenta quedaría totalmente saldada.


Preguntas.

* ¿El gobierno aumentará la deuda al reconocer un pasivo que, por ley, había decidido repudiar? Sí. Después del canje de 2005, que alcanzó un nivel de adhesión del 76%, se resolvió borrar de la contabilidad pública la deuda con los holdouts, que entonces habían rechazado la quita del 66% propuesta por Kirchner y Lavagna. Hoy el Gobierno admite que la deuda en default llega a U$S 19.800 millones. Si el canje logra amplia aceptación, considerando la quita, la deuda se incrementaría en unos 9000 millones de dólares.


* ¿Es el canje un negocio redondo para los bancos? Sí. Las entidades ya blanquearon que aspiran a cobrar una comisión de U$S 1500 millones, que pagarían los bonistas. Pero, además, se sospecha que son hoy los grandes poseedores de bonos en default de la Argentina, junto con algunos fondos de inversión. Los jubilados italianos, alemanes o las viudas japonesas que ahorraron en su momento en estos papeles, ya los habrían vendido hace rato, a precios irrisorios. El inglés Barclays, por caso, es desde hace tiempo un destacado jugador en el mercado de deuda argentina en default. Así, una entidad que haya comprado los bonos en default a 27 dólares hace unos meses, se llevará a cambio otro título que –con la quita del 66%- valdría 34 dólares, pero a eso habría que sumarle el llamado “cupón PBI”, que cotiza hoy a 9 dólares por unidad. Si se entregara una sola unidad de cupon PBI por cada “plancha” de 100 dólares, la ganancia de los bancos sería de partida de casi el 60% (compraron a 27 y los canjean por 43). Si el Gobierno concediera tres unidades de cupón, como figura en la propuesta, la ganancia superaría el 100 por ciento.


¿Vivir con lo nuestro? Desde la izquierda K se lamentan porque el Gobierno archivó el discurso de “vivir con lo nuestro” y recurrió a los bancos extranjeros para cerrar el esquema de financiamiento en el año electoral. Sin embargo, salvo en los primeros años posdefault, el superávit fiscal solo alcanza para pagar intereses de la deuda y un poquito de capital. La situación de la Argentina es incluso más holgada que la de Brasil, que con un superávit mayor no llega siquiera a abonar los intereses, que en parte también refinancia. Si se quisiera cancelar con ahorro fiscal todos los vencimientos (intereses y capital), el ajuste fiscal sería tan descomunal que ni siquiera se animan a recomendarlo los economistas más ortodoxos.


El pago con reservas al Club de París fue un “gesto” a los países ricos sin beneficios a la vista. Tanto es así que, tras el estallido de la crisis financiera, el Gobierno planea ahora estirar en cuotas los desembolsos para evitar una caída abrupta de las reservas. El canje anunciado esta semana, en cambio, le reporta a la administración K un resultado concreto: consigue fondos frescos y despeja los vencimientos del año electoral, sin gastar más reservas. De la deuda adicional, se harán cargo futuros gobiernos.


En lugar de interrogarse sobre un supuesto viraje ideológico de los Kirchner, la pregunta debería ser otra: ¿cómo se llegó a esta situación? En 2006, no había ninguna señal de que Néstor fuera a reabrir el canje de deuda o pagar al Club de París, y el costo del financiamiento disponible para la Argentina era parejo con Brasil. Desde entonces, además de la bochornosa intervención de Moreno en el Indec, varias cosas cambiaron en la economía: al dólar alto lo licuó la inflación, el ahorro fiscal se volvió superdependiente de la cotización de las materias primas, y los motores del crecimiento empezaron a rechinar.


Fantasmas de 2009. Si el precio de la soja y otras exportaciones agrícolas no se recuperan, las tensiones económicas y políticas aflorarán en el año electoral. Con las actuales cotizaciones, la oferta de divisas en el mercado local se achicará. La política oficial deberá esmerarse para recuperar la confianza en el peso y frenar el proceso de dolarización del último año. Por el lado fiscal, habrá entre 4.000 y 6.000 millones de pesos menos de recaudación de retenciones a las exportaciones, sin contar el impacto sobre los ingresos fiscales por el menor consumo y, en consecuencia, una menor inflación. El Gobierno anunció, con el Presupuesto, el recorte de subsidios energéticos, pero escondió la paralización de obras públicas de los últimos meses. Por estos días, los intendentes del GBA se quejan de que no reciben los giros desde la Secretaría de Hacienda para financiar obras en sus municipios.


Pese a que Cristina defendió en Estados Unidos los índices de inflación de Moreno, desde la Jefatura de Gabinete insisten con que habrá cambios en el Indec. Pero con la economía desacelerándose la discusión el año próximo será otra. La lupa deberá posarse sobre las cifras de empleo, producción y pobreza.

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